A finales del otoño de 1999 dos amigos entusiastas de los ferrocarriles menores, se encuentran recorriendo el sur de la península desde hace ya unos días en busca de un trazado ferroviario del que han tenido conocimiento.
Para ello cuentan con un antiguo plano del servicio militar que un amigo coleccionista les ha suministrado con la promesa de que le informen de lo que encuentren, así como el testimonio oral de Juan Pérez Pérez (a) El Pajillas, un viejo lugareño que dice haber trabajado en sus años mozos en un ferrocarril el cual oficialmente no existía.
A pesar de la información recabada, nuestros protagonistas no han encontrado vestigio alguno de algo que pueda recordar la existencia del trazado de un antiguo ferrocarril, y si a ello unimos el dato de que nunca se conoció nada similar en la zona, el ánimo de ambos, junto con los restos del calor seco del verano pasado, ha empezado a sembrar la duda de que todo se reduce a un sueño.
El tiempo de que disponen se va agotando y ya comienzan a pensar si incluso habrá sido una buena idea el venir, y si la información que poseen no será un relato de fantasía. En esta tesitura se encuentran cuando uno de ellos se golpea con fuerza contra un objeto que aparece en su camino, el cual al ser examinado más de cerca se confirma como un trozo de una vieja rueda de tren prácticamente enterrada.
Este pequeño descubrimiento actuara sobre su ánimo decaído e iniciarán una frenética búsqueda por los alrededores. Comienzan a ascender un pequeño montículo, y cual no será su sorpresa que una vez coronado el obstáculo se encuentran sobre una antigua explanación ferroviaria la cual esta prácticamente invadida por la vegetación que ha ido cerrando la herida que en un tiempo, ya lejano, la mano del hombre le abriera en su corteza.
Inician por ella su recorrido, no sin un esfuerzo añadido dado lo mal de su estado, pues los arrastres de piedra ocasionados por las fuertes lluvias, así como una vegetación crecida en ciertos puntos, van dificultando su recorrido, el cual se ve gravado con la aparición de un agujero que recuerda más la boca de una cueva que el túnel que anteriormente allí existió.
Afortunadamente van preparados para ello, rápidamente montan sus equipos de luz autónoma y se ponen a recorrer el viejo túnel, el frescor les invade en un primer momento lo que es de agradecer, para a continuación verse sorprendidos por una colonia de murciélagos a los que interrumpen en su siesta. Al cabo de unos pocos minutos ya se vislumbra la salida, y será aquí, al final de la trinchera donde comenzará una de las historias más desconocidas de la existencia de nuestros trenes.
9 años después.
Nuestros amigos quedaron tan asombrados por el descubrimiento efectuado que durante un tiempo no supieron que hacer ni que decir, y menos aún a quién comentar dichas averiguaciones. Ante ellos se encontraban los restos –en un estado de conservación que, a pesar del tiempo transcurrido podríamos calificar como de normal- de todo un conjunto de instalaciones ferroviarias y mineras. Movidos por la curiosidad entraron en el edificio que les pareció más importante de todos los existentes y entre sus restos encontraron la documentación que, amigo lector, te va a permitir entrar en conocimiento de uno de los más enigmáticos, desconocidos y secretos –en un momento estuvo totalmente controlado por las fuerzas de seguridad- ferrocarriles de nuestro país.
Historia.-
Corría el final del XIX y los inicios de 1900 cuando se desató una fiebre de inversiones en la minería, y concesiones motivadas principalmente por la aparición de nuevas vetas o filones de mineral, así como procedimientos tecnológicos de excavación y tratamiento que mejoraban la calidad final del producto. Nuestro país no resultaría indiferente a esta moda y se concedieron un gran número de ellas, especialmente en el sur peninsular, pues los yacimientos clásicos de hierro y carbón del norte ya estaban sobre explotados. Siendo concedidas estas explotaciones a la oligarquía vasca por medio de testaferros.
Estas concesiones o pertenencias mineras fueron otorgadas a representantes de grandes monopolios, teniendo especial incidencia en el mundo anglosajón, a la par dominante de los mercados mundiales de la minería.
Una de las compañías que tuvo intereses económicos es la que aquí tratamos su historia,
La Marconita Minning Co. Ltd.
Era esta una empresa de origen anglosajón que contaba con importantes prohombres nacionales en su haber con la finalidad de conseguir el lustre necesario y los contactos habituales para el buen fin del negocio que se pretendía.
Su ubicación tuvo lugar en el sur, siendo su principal motivo la extracción de un mineral prácticamente desconocido, la marconita, el cual aportaba una gran dureza a las aleaciones metálicas, de ahí la importancia de contar con una buena veta que asegurara dicho suministro.
El coto minero contaba con varios pozos de extracción entre los que cabe destacar, el Pozo Trajano, Dos Hermanos y el más importante. La mina Catalina.
Dado que dicho mineral se obtenía en un paraje de difícil acceso, en el cual no existía carretera alguna, la compañía construyó un ferrocarril para el transporte del mineral hasta el embarcadero, que construyó en la costa, el cual permitía su embarque al abrigo de miradas curiosas. Este ferrocarril recibió el nombre de The Iron Chorrillo and Marconita Minning Ltd. Railways, la cual fue la encargada de la explotación del mismo así como de las minas.
La vida de esta empresa no fue todo lo próspera que sus accionistas hubieran deseado, y a finales de los años 20 cerró sus puertas, abandonando la explotación y su vía férrea.
Era esta la situación de la empresa cuando a finales de los años 30, el ambiente bélico y prebélico en toda Europa era ya un hecho indiscutible. La recién terminada guerra civil en nuestro país, y por otra parte la invasión de Polonia y Francia por las tropas nazis, marcaban la tragedia bélica que como un río de pólvora recorrería toda Europa en los próximos años.
En nuestro país se habían experimentado toda una serie de armas nuevas así como técnicas de combate que habían dejado un reguero de destrucción.
Pero vayamos por partes. Como se ha dicho la empresa inglesa cerró sus puertas en los años 20. No obstante un grupo vasco representante de las más importantes familias industriales había adquirido en pública subasta estas concesiones mineras con miras a su posible rentabilización.
Esta situación no tardará en cambiar, pues la minería del norte comienza un gran periodo de expansión favorecido en parte por el ambiente bélico del momento. Así antiguas concesiones y pozos mineros que hacía años estaban cerrados, son puestos de nuevo en funcionamiento.
Igualmente las concesiones que la minería vasca tiene en el sur comienzan a ponerse en explotación, pues la demanda interior no cesa de crecer.
Nuestra mina continua totalmente paralizada, pues el mineral que produce no tiene compradores por el momento, lo que hace que no sea rentable ponerla en marcha. Pero esta situación va a cambiar en un breve espacio de tiempo.
Cierto día de la primavera de 1940, una delegación alemana viaja desde Berlín hasta Madrid vía aérea, en un viaje no exento de problemas. La falta de indicativos en el fuselaje, a efectos de pasar desapercibidos a los ataques de la aviación aliada, estuvo a punto de terminar con la misión antes de comenzar. El objetivo, entrevistarse con el ministro de Industria.
En estos tiempos difíciles, agentes infiltrados recorrían los países en busca de minerales raros. En un golpe de suerte tuvieron conocimiento de la existencia de unas minas de marconita, mineral este que formaba parte de las aleaciones secretas con que se fabricaban los blindajes de las máquinas de guerra.
La citada delegación que goza de todo el favor del régimen, y dado que este es deudor en concepto de ayuda de guerra al estado alemán, prontamente llega a un acuerdo para que las citadas minas vuelvan a su reapertura.
Para ello se formará un grupo directivo el cual estará bajo mando militar, siendo el arma de ingenieros la encargada de volver a poner en marcha las minas así como el ferrocarril existente en el mismo. Para los trabajos en la mina se recurrirá a los presos políticos, construyéndose los correspondientes barracones para este personal. Igualmente él ejército ejercerá durante todo el tiempo que dure la explotación un férreo control en la zona, impidiendo cualquier tipo de comentario sobre la existencia de dicho ferrocarril.
Por la documentación consultada sabemos que, durante su explotación se cargaron casi dos millones de toneladas de este mineral, las cuales fueron exportadas por vía marítima, afortunadamente para los aliados pocos fueron los barcos que consiguieron llegar a su destino, pues la armada británica consiguió hundir a varios de ellos. Esto se produjo gracias a la intervención de una agente doble del espionaje aliado Carmen Hermosilla Fernández alias (La Tijeras) mujer de gran hermosura que vendía favores sexuales a ambos bandos, consiguiendo de esta forma una valiosa información con la que traficaba.
Terminada la contienda mundial, el empleo de la marconita fue decreciendo de forma paulatina, pues la industria nacional apenas si tenía tecnología para su utilización, y los mercados internacionales estaban totalmente cerrados.
El ser un ferrocarril eminentemente minero y estar situado en una zona totalmente despoblada tampoco contribuyó a su posible salvación, pues incluso se pensó en la posibilidad de crear un servicio de viajeros, siendo finalmente desechada esta idea. En el año 1955 se procedió a su cierre y posterior desmantelamiento.
CONTINUARÀ ……